domingo, 27 de junio de 2010

¡México! de Villazón un viaje musical a Comala fotografiado por Gabriel Figueroa


El rito futbolero mezclado con nuestro nacionalismo a flor de piel, que también tiene su propuesta musical, hizo que el tenor Rolando Villazón, terminara la noche del sábado pasado en el Forum con el emblemático jersey verde y ondeando la bandera mexicana mientras abrazaba a un músico argentino y a otro uruguayo, los dos miembros de la orquesta de Cámara Bolivar Solist que lo acompañaron en su último concierto de su gira por salas aztecas y que también es el inicio de una vuelta europea para difundir la música nacional con motivo de las celebraciones del bicentenario.
Concierto para mayores
El lugar común y la crónica de espectáculos dirán que el cierre de ¡México!, nombre del concierto que reúne composiciones de afamados connacionales, fue apoteósica. Sí, sí lo fue, pero también podríamos agregar otros adjetivos, como delirante, enardecida, arrebatadora y jubilosa.

Sí muero lejos...Y como no lo va a hacer, si uno de nuestros mejores tenores con guirnaldas que coronan su garganta, ganadas con mucho aire en los pulmones, concluye su presentación con el otro equivalente de la balada de Jaime Nunó y Francisco González Bocanegra, es decir, el Cielito Lindo, mexicanismo himno de centenas de batallas perdidas y decenas, pero grandes, triunfos de nuestros connacionales sobre el rectángulo de césped verde.
De la sierra morena
Y como no llamar frenético a este final, cuando Villazón entregado a esta feligresía, no más de mil, que retiene en su puño para placer del respetable que manifiesta su admiración y entrega en un prolongado aplauso que obligó a dos, tres encore, que el tenor y la bolivariana orquesta retribuyeron con igual número de interpretaciones no estipuladas en el programa de la noche.


Y porque no llamar enardecida a la multitud acapulqueña que aplaude cuando el interprete de Alfredo, ¡aguas! no me refiero al galán de un culebrón del canal de las estrellas, de La Traviata en la Opera de París, se jalonea la verde a la altura del corazón, besa el lábaro patrio como diría el Perro Bermúdez, cuando culmina de cantar el “México lindo y querido…”, tal vez similar, a la emoción del primer gol mexicano contra Argentina.
De Revueltas a Lara
Obertura mexicana fue el nombre de la pieza de entrada a tierras rulfianas por estos 10 músicos, latinoamericanos y europeos. El color amarillo limón del escenario, no evitó que los presentes iniciaran un viaje a Comala, en blanco y negro, donde los acordes conversan con Sensemayá de Silvestre Revueltas, el nacionalismo de Blas Galindo, mientras el paisaje mental se vuelca a las imágenes del cine nacional retratado ¡Claro! por Gabriel Figueroa.
Reloj no marques...
Después las ya conocidas por todos los que vivimos aca, Bésame mucho, Dime que sí, Granada, Íntima, Noche de Ronda, Veracruz, Comprendo, Perfidia, Besos Robados, La Bikina, El Reloj, Solamente una vez, Júrame, es decir,el capítulo más deslumbrante del cine sonoro y en blanco y negro de nuestro país, teñido por el colorido de la voz y los acordes de la orquesta de Cámara, esta última, simplemente, magistral.
El intérprete de Macduff en Macbeth de Verdi en la Deustche Staatsoper de Berlín, desde la primera interpretación, fue recibido con un robusto aplauso de conocedores, gente de más de cuarenta años. La respuesta del público rompió el hielo entre lo que ocurría en el proscenio y en la gradería. Mas cuando Villazón, vestido con la formalidad informal de estos caso, quitó el almidón, la rigidez que como telaraña se ha tendido sobre esta expresión musical, se mostró con un muchacho que también ha jugado cascaritas en la cuadra de su casa, que dice albures, que come taquitos en la calle, que es orgullosamente mexicano, no como el nacionalismo de televisión, y a quien también apasiona el futbol.

Futbol y música
Y con los: “¡Si se puede! ¡Si se puede!, y muchos “México, México…” se rubricó el concierto que desde ese sábado, pocos minutos después de la once de la noche, ya Rolando Villazón, vaticinaba que pasaríamos sobre Alemania y levantaríamos la copa al grito de “¡Viva México Cabrones!”.

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